Parece mentira, y ha costado un mundo, pero casi me atrevo a afirmar que esta 'Última parada: la casa de muñecas' tiene un punto de esas cositas que le encontré cuando le puse el punto final al primer borrador hace tantos años. Recuerdo que le dije a mi familia "ojo, creo que me ha salido algo chulillo".
Chulillo o no, Matt, Damian y compañía, y todo el caso que les rodea, son fruto de mucho esfuerzo, de mucho aprendizaje, de mucha lectura y millones de horas de práctica, son el resultado de una evolución que espero, ¡por Dios!, que se note.
No hay nada peor que a un artista le digan que su mejor obra fue una anterior, eso implicaría que no avanzó, no aprendió nada. Y yo quiero aprender.
En el último mes y medio esta casa rodante llena de muñecas que no son muñecas, de villanos que no lo son tanto y de héroes desencantados, ha cruzado el océano una decena larga de veces, a pisado de refilón y por pocas horas una infinidad de ciudades, y os debo dar las gracias porque en todas ha dejado -y le habéis dejado- huella. De Sevilla a Barcelona, pasando por Tenerife, Madrid, Las Palmas, Playa Blanca o Gijón, la acogida recibida por Matt y su 'Última parada: la casa de muñecas' ha sido increíble, en ocasiones abrumadora.
Antes de partir para la última estación, por ahora, del recorrido, que será el Celsius 232 de Avilés, quería compartir mi agradecimiento y mi ilusión por todas las emociones vividas desde que Matt, el Rojo, asaltó las librerías a finales de mayo. Empiezo por Mónica, de 23 Escalones, quien en un arrebato del que espero no se arrepienta decidió editarlo, hasta cada una de las personas que lo habéis comprado, leído o comentado.
Un millón de gracias y seguimos adelante, a seguir aprendiendo.
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