Desde que comencé a escribir, mis novelas siempre arrancan a partir de dos pilares: un QUÉ y un QUIÉNES, normalmente en ese orden. Pero al abordar el contexto, el CÓMO y el DÓNDE, muchas veces la música me sirve para definir personajes, describir un momento o hilar una conversación. Mis novelas, como todas, tratan de la vida de unas personas y, yo lo concibo así, la música forma parte constante, si no del primer plano, al menos sí del fondo, de la vida de las personas.
A menudo, por sorpresa, durante la redacción de la novela parte de esa música cobra importancia y toma el control de la trama hasta convertirse en un personaje más. No es algo premeditado, pero tampoco es casual, sino que si he visto que determinada referencia musical funciona, comienzo a introducirla más a menudo de manera natural. Tal es así que ya planteo cada novela, casi desde los primeros esquemas, decidiendo qué músico o qué estilo va a tener un peso especial en esa trama en particular o con es personaje concreto.
Así, 'Claro de Luna' (Ediciones Idea, 2009) toma su título de la obra de Beethoven y toda la novela rezuma música clásica. 'Noctámbulo' (Ediciones Idea, 2010) debe muchísimo a los Rolling Stones, con gran importancia en la trama, además de en el personaje principal, el vampiro Sable. Y es que los Stones y los seres de la noche casan estupendamente.
'Despiértame para verte morir' (Editorial Cazador, 2018), que está ambientada en USA, habla de Jazz, en este caso formando parte del carácter particular de su protagonista, atormentado y taciturno. En 'Última Parada: la Casa de Muñecas' (Editorial 23 escalones, 2012), Matt el Rojo demuestra ser un fanático del rock de los 70, habla a menudo de guitarras eléctricas, de Clapton, de Led Zeppelin, de Morrison, de tantos otros.
El protagonista de 'Laberinto' (Editorial Mercurio, 2015), además de fotógrafo es guitarrista, y utiliza la música para aliviar el sufrimiento que le ocasiona su depresión. Y en el caso de 'Alicia' (Editorial Cazador, 2016), casi un estudio psicológico sobre el Mal, cada personaje se define en parte a través del uso de la música que escucha. María, Ciro, Jota, Joao Xabier, sabemos quiénes son, también, por lo que oyen, y adoro el modo en el que el portugués guía sus acciones al ritmo de Guns and Roses.
'La chica que oía canciones de Kurt Cobain' (Editorial Siete Islas, 2016) iba a ser, desde su concepción, un homenaje a la música de los 90, partiendo de Nirvana y recorriendo cientos de referencias de actualidad en aquellos días. Sin embargo, en algún momento, se me acabó colando Paul McCartney en un diálogo imprevisto entre Pablo y Layla y me gustó tanto que me aferré a esa sensación y casi terminó por poseer al personaje protagonista para acompañarle a lo largo de toda la novela, desde su adolescencia hasta su etapa adulta, vinculado para siempre a su personalidad. Me encantó.
Este idilio, musical y literario, que mantengo con Los Beatles va a más en 'Todo aquello que nunca te dije' (Editorial Siete Islas, 2019). Es una novela muy personal y está llena de música, pero por sus páginas flota particularmente el espíritu de John Lennon de un modo que no tenía previsto al comenzar su escritura. Se generó un continuo paralelismo con el personaje, el escritor Bruno Santana. Un mimetismo perfecto que sonaba tan bien como el mecanismo de un reloj, que aportaba y dotaba al personaje de matices y complejidad. Finalmente, su influencia resulta tan importante que 'Todo aquello que nunca te dije' se convirtió en mi novela sobre John Lennon.
He escrito algunos relatos partiendo de canciones que me resultan intrigantes o inspiradoras, e Incluso 'Los espectros de Nueva Ámsterdam' (Editorial Cazador, 2019), situada en un futuro tan lejano, tiene espacio para la música en muchos momentos.
Cada manuscrito que he escrito en este último año, y ojalá alguno lo podáis leer, si se llega a publicar, es un trabajo de literatura unida a la música. Me lo he tomado así a propósito y me fascina. Porque las dos, música y literatura, van de la mano, son la misma cosa. Y ambas, de un modo u otro, en un formato u otro, ocupan cada minuto de nuestra vida.
A estas alturas de la partida no sé si escucho música para inspirar mi escritura o si escribo novelas que hablan de música.
Quizá las dos.
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