Después de casi dos años volando una y otra vez allá donde pudiera convenir llevar mis novelas, cargando con kilos de libros, horas de sueño y mala comida, he aprendido dos cosas: que por poco que lo parezca siempre merece la pena, y que no hay que obsesionarse con las expectativas.
Por eso te acostumbras cuando tras preparar una presentación durante semanas después acuden tres personas a verte, o cuando la ilusión por participar en un evento importante te hace soñar antes de tiempo y después la realidad en cuanto a público y ventas te lleva a descubrir la humildad como ley de vida.
Pocos de los asistentes a la charla del otro día en Madrid, muy pocos de los escritores afortunados de contar con grandes editoriales, pueden imaginar la emoción de empezar una conferencia tan compleja sin ver sillas vacías, sin sentirse solo y sin miedo a perder el tiempo.
Por eso te acostumbras cuando tras preparar una presentación durante semanas después acuden tres personas a verte, o cuando la ilusión por participar en un evento importante te hace soñar antes de tiempo y después la realidad en cuanto a público y ventas te lleva a descubrir la humildad como ley de vida.
Pocos de los asistentes a la charla del otro día en Madrid, muy pocos de los escritores afortunados de contar con grandes editoriales, pueden imaginar la emoción de empezar una conferencia tan compleja sin ver sillas vacías, sin sentirse solo y sin miedo a perder el tiempo.
Eso sucedió en Espacio Canarias con motivo de la charla "Del suspense al terror: la novela negra conquista el cine y la televisión". Hicieron falta más sillas de las previstas, el publico derrochó interés y simpatía, por un pelo no se agotaron los libros que teníamos a la venta y para colmo pude reencontrarme con familiares que no veía desde hace casi dos décadas.
Un escrito que nació por la valentía y el ánimo de una gran amiga siempre dispuesta a pincharme para que siga avanzando, un trabajo duro de investigación pero enriquecido por el placer y la diversión de indagar en lo más profundo de mis gustos personales, de mi infancia y de mi futuro, una charla de más de 45 diapositivas, de casi dos centenares de imágenes, cuya única base son mis propias impresiones. En eso consiste mi humilde charla.
Ver a tanta gente atenta, asintiendo, recibir su apoyo y su cariño y sentir que no he dicho ninguna burrada, convierten el pánico que siempre siento antes de empezar a hablar en una experiencia vital única cada vez.
Sólo espero que mis ingenuos puntos de vista os hayan hecho al menos reflexionar y tratar de buscar los vuestros. Un abrazo muy fuerte a todos los que vinieron, y a los que no, os invito a seguir esta web y mi página en Facebook porque pienso, sin duda, repetirlo.
¡¡Gracias!!
Y aquí os dejo el enlace a la maravillosa crónica que sobre el evento ha redactado Elena Martínez, verdadera alma del Tiramisú entre Libros.
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